martes, 2 de noviembre de 2010

1827

En Argentina, la impronta de Rivadavia sigue dándole ritmo al país. Este año ratifica el tratado de amistad, comercio y navegación entre Chile y la Argentina, y a fin de poder conservar la tradición de las comunidades desparramadas por el territorio, ordena que en el Departamento Topográfico se organice un depósito histórico de todos los pueblos de la República. Hay más pruebas de su inquietud de gobernante: instituye premios a la moral, la industria, el amor filial y la aplicación, dando reglas para su adjudicación por la Sociedad de Beneficencia. La guerra con el Brasil es el tema del año.


Se vive mal por cuanto la reserva metálica del banco está agotada y sólo se hace frente a los compromisos del Estado y a los pagos del ejército con una moneda papel que se desvaloriza velozmente. Sin embargo, dos hechos bélicos levantan los ánimos. En Juncal, el Almirante Brown - con 5 goletas y 8 lanchas armadas - ataca a la escuadra brasileña, compuesta de 19 buques, hundiendo a 5 y apresando a los restantes. Este encuentro, como los anteriores, ha perfilado la heroicidad del Almirante, sobre quien se cantan en Buenos Aires coplas laudatorias. En tierra, el Ministro de Guerra y comandante en jefe, Carlos de Alvear, obtiene un triunfo resonante en Ituzaingó, derrotando a las tropas del imperio del Brasil. Ante estos desastres, los brasileños intentan invasiones sorpresivas y se caen sobre Carmen de Patagones. Les va mal nuevamente, son valientemente rechazados por los pobladores, quienes hacen más de 500 prisioneros.

Atento al valor de la victoria de Ituzaingó, el gobierno decreta se conceda a los vencedores el Escudo y el Cordón de Honor. Se realizan los primeros contactos para concluir la guerra y se envían a la Iglesia Catedral las tres banderas tomadas al enemigo por los soldados de Alvear. Rivadavia comienza a ser acosado y adopta una resolución terminante. Por estar en desacuerdo con su contenido rechaza el tratado preliminar de paz con el Brasil. Consecuentemente, presenta su renuncia ala primera magistratura ante el Congreso Nacional. Su casa es apedreada y se nombra Presidente provisional a don Vicente López. El poder total vuelve a la provincia de Buenos Aires, designándose gobernador al Coronel Manuel Dorrego.

En el interior, San Luis se separa de la Unión Argentina y rechaza la constitución unitaria de 1826. De esa provincia regresa a San Juan a fin de atender el comercio de su tía Ángela Salcedo, un joven de 16 años que enseña a leer a los adultos: Domingo Faustino Sarmiento. Otro muchacho, cercano en edad, recibe su primera impresión bélica en combates contra los brasileños: Bartolomé Mitre.

A muchos kilómetros de Buenos Aires, en Sevilla, muere alguien que dio mucho que hablar 20 años antes: el Marqués de Sobremonte. La sociedad porteña vive momentos de consternación al enterarse de la misteriosa muerte de Próspero Alejo Ribas - profesor de inglés y francés - el que es asesinado. Se abre el primer jardín público: Parque Argentino, en las manzanas de Temple, Uruguay, Córdoba y Paraná. Se lo traza de acuerdo a modelos europeos, con un buen hotel francés, salones de baile, circo y capacidad para 1,500 personas. Posee planas importadas, muy raras aquí. Tiene también un pequeño tablado donde acuden los actores del Teatro Argentino con su figura más popular: Casa cubierta.

Ese año, también, se produce un acontecimiento de menor importancia pero significativo: en el convento de Santo Domingo el astrónomo italiano Octavio Fabricio Mossotti instala un pequeño observatorio astronómico. Dorrego, decidido a poner las cosas en su lugar, decreta la abolición del curso forzoso del papel moneda. Entre los oficios de la metrópoli se destaca el de carpintero; una congregación que nunca está desocupada y que día a día mejora el rostro de Buenos Aires. La ciudad mantiene su aire colonial y eso sorprende a los viajeros.

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