Las provincias del Alto Perú se separan y quedan bautizadas Bolivia, en homenaje al general que las libertó: Bolívar. Brasil decide su independencia del reino de Portugal y también la guerra a la Argentina, por haber ésta declarado a la Banda Oriental incorporada a las Provincias Unidas del Río de la Plata. Muy pronto los brasileños establecen el bloqueo a los puertos argentinos.
A su vez, el Gobernador de Buenos Aires, General Las Heras, ordena romper las relaciones con dicho país. El Congreso adopta el sistema unitario de gobierno y dicta la ley presidencial, trasladándose al local del Consulado, sito en la calle Perú, entre Alsina y Moreno. Se encomienda al gobierno de Buenos Aires el ejercicio del Poder Ejecutivo Nacional, al par que se crea el registro civil y se reorganiza la policía, dividiéndose la ciudad en cuatro secciones de vigilancia a cargo de comisarios.
Desde las costas de San Isidro parte la expedición de los 33 Orientales, comandada por Lavalleja. Bernardino Rivadavia, como Ministro plenipotenciario en Inglaterra y Francia, canjea en Londres con el ministro Canning las ratificaciones del tratado de amistad, comercio y navegación entre las Provincias Unidas y Gran Bretaña. En seguida regresa a Buenos Aires, donde su figura política crece día a día. Como fruto de las múltiples gestiones que concreta en el Viejo Mundo arriban al país 80 mineros ingleses.
Reaparece “El Argos” en nuestra ciudad, el que da cuenta de la extracción de 590.000 cueros vacunos a cuatro pesos fuertes cada uno, lo que constituye un considerable potencial económico local. La Sala de Representantes sanciona la libertad de cultos y se establece la primera capilla protestante en Buenos Aires.
Sin tomar muy en serio la guerra con el Brasil, los porteños se dedican a la vida mundana, y en la academia de baile que dirige “el joven Espinosa” comienzan a ponerse al día con la última palabra en danzas. Por la noche, el teatro y la ópera se ven colmados de público ávido de “ estar al día con Europa”. Las quejas del vecindario se centran en el pésimo estado de las calles. en las que la basura y los pozos obligan , a peligrosos equilibrios. Según un cronista, “ni cruzándolas a caballo da seguridad a las personas”. Un aviso que aparece en “La Gaceta Mercantil” da cuenta de un ofrecimiento: “ Se vende casa de bastante comodidad en la calle Florida Nº 168. Del Banco para Retiro a siete y media cuadras. Su dueño vive frente a la esquina del reñidero de gallos ”.
Buenos Aires conoce la primera manteca bien fabricada y dividida en panes de una libra. La trabaja la colonia de escoceses de Santa Catalina, de los hermanos Robertson, y las primeras existencias son prácticamente arrebatadas por amas de casa “y hombres en general”.
En el Consulado tiene lugar la fiesta más espléndida que hasta esta fecha conociera la ciudad. Fue dada por los norteamericanos en homenaje a Washington. El exterior del edificio movilizó a los vecinos deseosos de contemplar algo inusitado: los nombres de Washington, Sucre y Bolívar, mostrados en gigantescas letras de fuego. Pero es en el puerto donde lugar la gran fiesta popular del año. Se realiza el primer ensayo de navegación a vapor. El barco sale de Buenos Aires al mediodía y vuelve a la noche de San Isidro con 40 personas. Resulta un acontecimiento sensacional, ya que en ese tiempo sólo hay tres paquetes - las goletas Pepa, Dolores y Mosca - que van a vela y tardan 15 horas. A veces días por falta de viento. Con 40.000 pesos fuertes donados por Belgrano, se levanta en Jujuy la primera de las escuelas para niños. Es nombrado delegado apostólico en Buenos Aires monseñor Mariano Medrano y Cabrera.
La nota dramática tiene lugar en Retiro. Se efectúa allí la primera ejecución por falsificación. El reo es Valdivia. Estando en la cárcel reincidió en hacer moneda falsa y se lo ajusticia. Una mala noticia: en Lima es asesinado el doctor Bernardo Monteagudo.
El lavado de la ropa en la costa del río sigue siendo toda una institución para el Buenos Aires de 1825. Cada mañana, a lo largo de 3 kilómetros, se entiende un ejército formado por centenares de negras y sirvientas. Trabajan hablando constantemente y secan su ropa sobre el mismo suelo. No son mañanas apacibles: cuando se descubre una ladrona se practica la ejemplificadora costumbre de zambullirla varias veces en el río. Las negras suelen utilizar el marco de su trabajo para bautismos y casamientos. Forman arcos de ropa blanca y los homenajeados desfilan debajo de ellos, en medio de la grita y el tambor. Esta es una de las caras del lavado en la costa. Otra, y muy distinta, se aprecia cuando se desata una tormenta. Son 3 kilómetros de confusión mayor, en los que corren las lavanderas tras su ropa. Un infierno que se prolonga hasta muy avanzado el atardecer.
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